Perú - Machu Picchu
A partir de ahora conduciremos por una carretera que atraviesa el Valle Sagrado de los incas. Volvemos a ver las terrazas en las montañas. Esos cultivos en rampas imposibles. Pero a 50 kilómetros de Cuzco, en la localidad de Ollantaytambo ya no se puede seguir en coche. Así que tomamos el tren para atravesar un paisaje indefinido.
Como ya vimos en los Yungas bolivianos aquí no está claro si se trata de una selva tropical o un terreno montañoso. En cualquier caso hay que mirar hacia arriba al atravesar los valles que nos llevan hasta Aguascalientes. Hemos llegado a un lugar diseñado para el turismo. No hay carreteras hasta aquí, pero sus tiendas están abiertas de par en par y los hostales llenos de extranjeros.
La figura de Pachacútec recibe a los visitantes en la plaza central. Él fue quien consiguió hacer del territorio de los incas un gran imperio.
Al amanecer nos subimos al primer autobús que asciende los caminos más apartados de los Andes.
Hoy nos sentimos especialmente emocionados. Entre estas montañas hemos alcanzado un lugar que hasta hace muy poco tiempo era inaccesible. La ciudad inca de Machu Picchu.
Los primeros rayos del Dios Sol iluminan las ruinas más hermosas de América y aquí no somos los únicos que sucumbimos al embrujo de la ciudad perdida de los incas. He grabado ya muchas ruinas durante la vuelta al mundo, pero las de Machu Picchu tienen algo de místico, algo de onírico. Solo la presencia de las llamas nos recuerda que estamos en algún lugar de la cordillera de los Andes, en Perú.
¿Cómo consiguieron construir templos en lo alto de las montañas? ¿A quién se le ocurrió levantar aquí una ciudad bajo la mirada del monte Huayna Picchu? Cuando caminamos por sus calzadas aún sentimos más admiración. Hace más de cinco siglos que se puso la primera piedra en Machu Picchu. La cordillera de los Andes ocultaba la ciudad hasta el punto de que nadie supo que existía hasta 1867. Se construyó como lugar de descanso para Pachacútec. Algo así como una residencia de verano con vistas a las montañas, pero los diferentes templos apuntan a que además fue utilizada como santuario religioso.
Aún se puede ver el templo del cóndor, con dos enormes alas de piedra y el cuerpo tallado en el suelo. La plaza sagrada se mantiene intacta en mitad del recinto. Alrededor las terrazas para el cultivo han esculpido las montañas. El mismo sistema que hoy utilizan los campesinos de la Isla del Sol en Bolivia, los mismos métodos que ya utilizaban en la ciudad de Tiwanaku, la misma cultura en vertical.
Daniel y yo nos hemos aventurado a subir hasta la cumbre del Huayna Picchu.
Espero que merezca la pena esto.
Algunos turistas también se animan a ver desde la cumbre un santuario que sigue fascinando a cuantos lo visitan. Y yo diría que sí, que merece la pena subir hasta aquí.
Mientras tanto José Luis se ha acercado a lo más alto de la ciudad, donde se encuentra el Observatorio. Este es un lugar perfecto para ver las estrellas y para honrar al Dios Sol porque al fin y al cabo aquí se está más cerca del cielo.