Los inuit
Existen pueblos o tribus de las cuales tenemos imágenes preconcebidas y una idea un tanto romantizada de cómo viven o de cómo es su cultura. Si te digo “esquimal», seguramente tú me dirás “iglús”, personas que se besan con la nariz o que tienen 40 palabras diferentes para la palabra “nieve.” Pues bien, todo lo que te acabo de decir es una gran cantidad de errores que proceden del imaginario colectivo y de un enorme desconocimiento del pueblo del que vamos a hablar hoy. El primer error es que no se llaman esquimales, es un término que ellos consideran ofensivo. Se llaman inuit, y ahora vamos a conocerlos un poco más.
Soy consciente de que te has quedado pensando en eso de que no sea correcto llamarlos “esquimales”. Tranquilo, oyente, que te lo voy a explicar ahora mismo. Pero antes, vamos a ver quiénes son los inuit.
Inuit es el nombre común que se usa para definir a distintos grupos indígenas que habitan en el norte de Canadá, Alaska, Rusia y Groenlandia. Podríamos decir que se da este nombre a las personas que viven en el Ártico, no a un solo grupo, ya que dentro de los inuit hay varios grupos étnicos distribuidos en diferentes zonas, cada uno con su propio dialecto del idioma inuit, que es el inuktitut.
Se estima que hoy en día hay una población de unos 160.000 inuit en una extensión total de 8.200 kilómetros de longitud. Ya que estamos hablando del idioma, vamos a ver qué significa esta palabra. “Inuit” significa en su idioma “la gente” o “los humanos”, y el singular de esta palabra, que sería “inuk,” significa “hombre” o “persona».
Hablemos ahora de por qué este grupo rechaza el uso del término “esquimal”. Pues mira, oyente, inuit es cómo se hacen llamar a sí mismos, es el nombre que han usado siempre. “Esquimal” es el nombre que han usado otros pueblos para referirse a ellos y muchos de ellos consideran la palabra “esquimal” como un término ofensivo, que era usado por los colonizadores. No está claro el origen de la palabra, pero una explicación sería que la palabra “esquimal” podría tener origen en otra palabra que significa “el que come carne cruda”. Hay que puntualizar que no todos los pueblos del Ártico se identifican como inuit, ya que, por ejemplo, los yupik de Alaska y Siberia no se identifican como inuit porque su cultura es distinta, ellos son yupik. Para simplificar hablaremos en general de inuit en este episodio.
A pesar de que a los inuit no les gusta que los llamen esquimales, la realidad es que español todavía se usa bastante este término porque desconocemos el significado y la historia y connotación ofensiva detrás de la palabra. En otros lugares donde hay más contacto con este pueblo o donde reside este pueblo, como en Canadá, cada vez se usa menos el término esquimal.
Es un pueblo que habita una de las zonas más extremas del planeta, lo que nos plantea la pregunta de cómo llegaron allí y cuál es su historia. Los inuit llegaron al Ártico norteamericano aproximadamente hace unos 4500 años, procedentes de Asia, más concretamente de Siberia. Parece ser que los antepasados de los inuit cruzaron el estrecho de Bering y se asentaron en esas tierras de Norteamérica. Sobre el año 1000, surge en Alaska la cultura Thule, que se extiende hasta Groenlandia. Ese es el origen de lo que más tarde conoceríamos como inuit, son sus ancestros. A partir de ahí, los inuit se distribuyen en 21 grupos tribales por toda la zona, convirtiéndose en la etnia más extendida geográficamente.
Este origen común es lo que hace que los diferentes grupos tengan muchos puntos y características en común. Decíamos antes que todos los dialectos o lenguas que hablan proceden de una familia común, la familia de lenguas esquimo-aleutianas.
Algo muy interesante de los inuit es que todos tienen rasgos físicos comunes, rasgos que les han permitido adaptarse al frío y sobrevivir en esas condiciones extremas. Por ejemplo, son bajos, robustos y de miembros muy cortos, todas estas características les permiten mantener mejor el calor. A mí esto de que los cuerpos vayan cambiando para adaptarse al entorno es algo que me sigue alucinando. Además, sus pestañas son más espesas de lo normal y sus ojos son rasgados para protegerse del reflejo del sol en el hielo.
Ahora que mencionamos el hielo, es el momento de destruir el mito de que los inuit tienen 40 nombres para describir la nieve. No es cierto. ¿De dónde sale ese mito? Lo voy a resumir. Todo empieza en 1911, cuando el lingüista y antropólogo alemán Franz Boas dijo en su libro Handbook of North American Indians que los inuit tenían cuatro palabras para “nieve.” Decía: “Encontramos una palabra, aput, que expresa nieve sobre el suelo; otra, qana, nieve cayendo; una tercera, piqsirpoq, nieve a la deriva; y una cuarta, qimuqsuq, nieve arrastrada por el viento.” Lo comparaba a cómo el inglés tiene varias palabras para hablar del agua según su estado, como lluvia, rocío, ola y espuma. Ese fue el origen. A partir de ahí, otra persona, Benjamin Lee Whorf, utilizó este artículo como referencia para decir que había más palabras para “nieve” y dejaba la puerta abierta a que existieran aún más. Así, el mito creció hasta llegar a exageraciones como las de las 40 palabras.
Pero ya que estamos, vamos a hablar un poco del idioma inuit, que nos dará otra explicación de por qué se cree esto. Resulta que, como vimos, no hay una sola lengua, sino que cada grupo habla variantes de una misma lengua. Una cosa importante es que esta lengua es aglutinante. ¿Qué quiere decir esto? Que, al igual que en alemán, en esta lengua se van juntando todas las cosas que se quieren decir en una palabra. Si quieren decir “camino de nieve,” unen “nieve que cayó” con “camino.” Si quieren decir “tormenta de nieve,” unen “tormenta” con “nieve que cae ahora.” De ahí la posible confusión respecto a tantas palabras, cuando en realidad las raíces comunes para “nieve” son solo tres: qaniɣ (nieve cayendo), aniɣu (nieve caída) y apun (nieve sobre el suelo). Evidentemente estoy pronunciando muy mal este idioma porque es complicado, es mejor ver escrito esto que estoy diciendo.
Algo característico de este pueblo es que es un pueblo nómada. Nunca han desarrollado una agricultura, que es lo que suele llevar a los grupos a dejar de ser nómadas y asentarse en un lugar. Los inuit no desarrollaron una agricultura por razones obvias. En el hielo no se dan muy bien los tomates. Las condiciones climáticas tan extremas no permiten cultivar. Son nómadas y su forma de alimento se basa en la caza, por eso se mueven siguiendo las migraciones de los animales que cazan, siendo los más habituales los caribúes, osos, ballenas y focas. La caza es fundamental para su subsistencia, no solo por el alimento, sino porque aprovechan absolutamente todo del animal: para vestirse, para construir sus viviendas o incluso para hacer herramientas.
Siempre se ha creído que los iglús eran la vivienda habitual de los inuit, pero en realidad es un tipo de vivienda que solo se utilizaba de manera muy puntual y temporal durante los inviernos. La vivienda más habitual de los inuit es una construcción hecha de piedra y turba (un tipo de material orgánico). Tiene una estructura de huesos de ballena, colmillos de morsa o maderas arrastradas por la corriente. Una cosa curiosa de estas estructuras es que se construyen sobre una plataforma y se accede a ellas a través de un túnel subterráneo para que el aire frío se quede ahí y no pase a la vivienda. En verano, sus viviendas son una especie de tiendas de campaña construidas con pieles de animales estiradas.
Los inuit se estructuran en familias, y cada miembro de la familia tiene una función específica. Tienen un gran sentido de solidaridad con el grupo. De hecho, uno de los grandes males para los inuit es el egoísmo. No hay un jefe como tal, pero se suele reconocer como líder al mejor cazador o al que demuestre sabiduría y capacidad para dar consejos a su comunidad. Eso sí, esta persona no impone nada; solo se limita a hacer sugerencias.
Los roles masculinos y femeninos son los clásicos: el hombre caza y suministra alimento, y las mujeres cocinan, curten las pieles, fabrican la ropa y mantienen ardiendo la lámpara de aceite. Esta tarea no es poca cosa, ya que mantener una llama que permite cocinar, calentar, iluminar, curtir las pieles y demás en medio del Ártico es algo fundamental.
Sus creencias vienen determinadas en gran medida por su modo de vida. Es decir, tener que vivir en esas condiciones tan extremas, la supervivencia, pasar por épocas de hambruna, depender de la caza y de las condiciones climáticas ha influido en sus creencias. Tanto sus creencias como su estilo de vida han estado enfocados en mantener un equilibrio entre el mundo espiritual y el mundo natural. Son animistas, es decir, creen que cada cosa existente en la naturaleza tiene su anua o inua, que significa “señor, persona o espíritu”. Por eso tienen una gran veneración al mundo animal y realizan numerosos rituales para el éxito de la caza. Sin embargo, sólo el chamán tiene el poder de vincularse con el anua y pedirle favores en los rituales.
Los inuit no lo han tenido fácil, pero el clima no ha sido su único gran problema. El contacto con otras culturas también ha representado un desafío. Vivieron solos durante mucho tiempo, hasta que sus territorios empezaron a interesar a otras personas. Han tenido que enfrentarse a desafíos como la llegada de la modernidad y la obligación de reagruparse en ciudades para mejorar sus condiciones de vida. Imagina el impacto que tuvo eso. Fue terrible, y para el año 1960 se cree que la mayoría de los inuit habían sido despojados de su hogar. Esto generó malestar, especialmente en generaciones posteriores, y aumentaron mucho las tasas de suicidio, que se multiplicaron por diez, alcanzando los 458 casos por cada 100,000 personas en los años 2000.
Desde hace tiempo, luchan por mantener su propio territorio, sus costumbres y su forma de vida. Uno de sus grandes logros ha sido la creación de Nunavut, un territorio propio en Canadá que se consiguió en el año 1999 y que significa “Nuestra tierra”.
Otro de los grandes desafíos es el cambio climático, ya que su territorio, su hogar, el hielo que es su casa, se está deshaciendo. De hecho, los líderes inuit son de las voces más activas y reivindicativas en la lucha contra el cambio climático.
Y hasta aquí hemos llegado con la historia de los inuit, un pueblo sobre el que está claro que hemos tenido muchos mitos, pero que, sin duda, si algo le caracteriza, es la fuerza y la capacidad de adaptación para sobrevivir.
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