Tous les vendredis de 18h00 à 19h00 au 108 rue de Bourgogne à Orléans, j'anime des cours d'espagnol, sous la forme d'un atelier de conversation.
Vous retrouvez sur ce blog tous les documents réalisés et utilisés pendant ces séances.
¿Se ha roto el pacto generacional entre jóvenes y pensionistas?
“Vamos hacia una sociedad de Peter Pan en el peor de los sentidos”. Es una observación del politólogo Pablo Simón que sintetiza las dificultades que enfrentan los jóvenes en España para emanciparse y lograr un proyecto de vida autónomo.
Parece que el llamado "pacto generacional" -un concepto que Simón acuña desde hace años para referirse al consenso social que garantiza la sostenibilidad del Estado del bienestar- está en la cuerda floja. Como se puede ver en el vídeorreportaje sobre estas líneas, muchos jóvenes creen que la clase política no se preocupa por ellos ni propone medidas para mejorar su situación económica. ¿Es verdad?
La tesis del economista José Ignacio Conde-Ruiz, autor de ‘La juventud atracada’, es que sí. Dado el envejecimiento de la población, las personas de menos de 35 años son una minoría cada vez menos atractiva en términos electorales, lo que desincentiva a los partidos políticos a legislar pensando en sus necesidades. Conde-Ruiz pone como ejemplo el gasto público en España: más de la mitad está destinado a partidas para mayores de 65 años.
Otro reflejo de esta desconexión entre jóvenes y la política es su menor participación en las elecciones. Los sondeos indican que quienes tienen entre 18 y 30 años se abstienen en torno a 15 o 20 puntos más que los adultos, sobre todo comparado con los jubilados. Es decir, a más edad, más probabilidad de votar en las elecciones. Pero esto no es nuevo. Los politólogos lo llaman 'efecto de ciclo vital': hasta que una persona no ha acabado de desarrollar su personalidad, no empieza a comprender y a interesarse por la política institucional y sus efectos.
La primera generación que vivirá peor que sus padres
Si nos fijamos en los jóvenes que sí acuden a las urnas, estos tienden a votar a partidos nuevos. En España, eso se traducía en Ciudadanos y Podemos en su momento, y ahora, en Vox. En Europa también se inclinan por partidos verdes o de extrema derecha. Simón señala un patrón: “Lo que tienen en común estos dos tipos de partido es que sintonizan con el pesimismo, con la idea de que vamos al desastre, de que no hay futuro”.
Entonces, ¿vamos hacia un conflicto generacional en torno a qué colectivo hay que destinar más recursos? ¿Qué consecuencias puede traer la ruptura del pacto generacional?
El vídeorreportaje que encabeza este artículo intenta responder a esta y otras preguntas de la mano de expertos, políticos y personas jóvenes y mayores con visiones dispares.
El castellano ya no es la lengua de uso único y obligatorio en el Congreso de los Diputados.
El castellano ya no es la lengua de uso único y obligatorio en el Congreso de los Diputados. Desde este martes, el catalán, el euskera y el gallego, tres idiomas de uso oficial en seis comunidades autónomas, podrán ser utilizados también en el órgano de representación de la soberanía nacional, como ya sucedía en el Senado.
España se iguala así a democracias federales de arraigado multilingüismo institucional como Bélgica, Canadá y la Confederación Helvética. Lejos de significar un atentado contra la igualdad entre los españoles y un factor de división y discordia, como pretenden quienes se han opuesto a la proposición de ley que se aprueba definitivamente este jueves, es un factor de unión entre los ciudadanos y un avance en la igualdad de sus derechos como hablantes. Además, desarrolla no solo la letra de la Constitución sino que recupera también el espíritu de diálogo y concordia que marcó su redacción.
La sesión en el Congreso responde plenamente al título preliminar de la Ley Fundamental, con frecuencia olvidado, donde se señala que “la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”. ¿Qué mayor respeto y protección que reconocer el derecho de los representantes de los ciudadanos a expresarse en los idiomas que hablan sus representados? Como señaló el primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez, respecto al régimen nacido en 1978, la actual iniciativa trata de convertir en normal en el Parlamento lo que ya es normal en la calle. La única anomalía es que haya llegado tan tarde y solo debido a la necesidad del PSOE —que tradicionalmente se opuso a la medida— de contar con los votos de los nacionalistas catalanes para asegurarse la presidencia de la Cámara. No sirven los argumentos funcionalistas que reivindican el uso de una sola lengua porque sea la que todos hablan. Las lenguas no agotan su función social en la mera comunicación. También atesoran un enorme valor simbólico. Tiene todo el sentido que la lengua oficial en toda España, el castellano, sea utilizada con mayor frecuencia que las autonómicas como idioma común, pero convertir su uso en obligatorio es cercenar el espíritu constitucional.
No es una exageración calificar la jornada de este martes, marcada por la normalidad, como histórica. Es el término que usaron numerosos portavoces. Para Junts per Catalunya lo es porque la considera un paso decisivo para el reconocimiento del catalán en la Unión Europea, donde la presidencia española defendió ayer su oficialidad en las instituciones comunitarias junto a la del euskera y el gallego. Dicha defensa, no obstante, chocó con la previsible reticencia de los Veintisiete, que han preferido aplazar el debate.
De la sesión en la Cámara baja, finalmente, destaca la discreta oposición presentada por el Partido Popular en contraste con el boicot teatral de Vox, cuyos diputados se ausentaron momentáneamente del hemiciclo en señal de protesta. La formación ultraderechista identifica la unidad de la nación con la exclusividad de la lengua, un paradigma de nacionalismo etnicista que le iguala con los más radicales independentistas vascos y catalanes. Por su parte, el portavoz del PP, Borja Sémper, reivindicó la España plural y constitucional como ejemplo europeo de reconocimiento y protección de la riqueza lingüística. Es una pena que su formación criticara la bondad de una idea que él mismo puso en práctica con su discurso, el primero en el que un dirigente de su partido alterna euskera y castellano en el Congreso de los Diputados.
Por qué el beso no consentido de Rubiales roba protagonismo a la victoria de las campeonas
El gesto del presidente de la federación a la jugadora Jenni Hermoso eclipsó un momento histórico del deporte español con una catarata de reacciones en redes sociales
Ni un beso es solo un beso ni un nosotros es un nosotros cuando el beso lo planta el presidente de la Real Federación Española de Fútbol a una jugadora de la selección al recoger su medalla como campeona del mundo y el nosotros lo dice el entrenador de esa selección para explicar cómo se siente justo después de que acabe el partido, la final del Mundial femenino: “Somos campeones del Mundo”. El masculino genérico que usó hace unas horas Jorge Vilda y el beso no consentido de Luis Rubiales a la número 10, Jenni Hermoso, son reflejo de cómo las jugadoras se enfrentan al machismo de algunos hombres incluso en un momento histórico al que llegaron por su trabajo, talento y esfuerzo; y a pesar de todas las turbulencias que han atravesado en los últimos años y las desigualdades que permanecen, en sueldos, en condiciones, en recursos.
Hubo más. La cronología fue la siguiente.
Más de 75.000 personas en el Accor Stadium de Sídney, en Australia; casi nueve millones de espectadores solo en España frente a la televisión; la selección se convierte en campeona del Mundo. En el palco, junto a la infanta Sofía y la reina Letizia, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol lo celebra agarrándose los testículos con la mano derecha en ese gesto tan visual y tan repetido por tantos hombres tantas veces que parece querer decir “aquí estoy yo”.
Fuera del campo, el entrenador de la selección da declaraciones a los medios de comunicación: “Somos campeones del mundo”, “nosotros”, “esto es de todos para todos”, Tori Penso es “el árbitro”. El piloto automático del lenguaje patriarcal que funciona, incluso, a pesar de la realidad.
En el centro del campo, a los 15 minutos, en la ceremonia para recoger las medallas y la copa, a las jugadoras las recibe la Reina, la Infanta, Gianni Infantino, el presidente de la FIFA, y Rubiales. Cuando Jennifer Hermoso llega hasta Rubiales, él primero la abraza, luego se separa, le coloca las manos a ambos lados de la cabeza, sujetándola, y le da un beso en la boca.
Ya en vestuarios, ellas celebran. Hermoso retransmite en directo por su cuenta de Instagram. Habla del beso: “Pero ¿qué hago yo? Mírame, mírame. No me ha gustado, ¿eh?”. En medio de esa celebración llega Rubiales. Se ve a través del directo, también en Instagram, de Salma Paralluelo. El presidente de la RFEF coge a Hermoso por el hombro, la cadera de ella se inclina ligeramente hacia el lado contrario, separándose; él insiste en seguir la broma: les promete un viaje a Ibiza y allí, dice, “celebraremos la boda de Jenni y Luis Rubiales”.
La imagen del beso y el vídeo de Hermoso en vestuarios está dando la vuelta al mundo, solo entonces la RFEF envía un comunicado a la agencia EFE con declaraciones de Hermoso recogidas por la propia RFEF: “Ha sido un gesto mutuo totalmente espontáneo por la alegría inmensa que da ganar un Mundial. El presi y yo tenemos una gran relación, su comportamiento con todas nosotras ha sido de diez y fue un gesto natural de cariño y agradecimiento”.
Del “pero ¿qué hago yo?” que dice Hermoso en su vídeo al “gesto mutuo totalmente espontáneo” que dice la federación que dice Hermoso pasan apenas unas horas.
Rubiales también habla a distintos medios, entre ellos Marca y la Cope: que fue una “gilipollez”, que fue “un pico de dos amigos celebrando algo”, que quienes critican el beso son “pringaos que no saben ver lo positivo”, que no hay que hacer caso “de los idiotas y de los estúpidos”, y que, después de esa victoria, “más gilipolleces y tontos del culo, no”.
Está hablando de quienes vieron en su beso las implicaciones y el contexto. Jenni Hermoso, también en esa cadena de radio, afirmó que “no hay nada más allá y que se va a quedar en una anécdota”, que son “campeonas con una estrella bajo el pecho”. ¿Qué se espera que haga o diga una jugadora de la selección justo después de ganar el Mundial recogiendo su medalla en un escenario en el centro de un estadio con medios de comunicación de todo el mundo enfocando, el presidente de la FIFA, la Reina y la Infanta al lado, cuando el presidente de la federación de su país le planta un beso en la boca?
Rubiales pidió perdón horas después en una suerte de disculpas a medias en las que hizo alusión a cómo se había “empañado” el momento. No lo arruina quien lo señala, sino quien lo perpetra, y el hecho objetivo es que fue el propio Rubiales quien manchó esa victoria histórica, también para la federación a la que representa. Que es, además, la que resta importancia a gestos y actos que remiten no solo a una absoluta falta de respeto, sino a la cultura de la violación: las creencias, estereotipos y conductas que alimentan la idea de que las mujeres, y por lo tanto sus cuerpos, son propiedad del hombre.
La idea de que Rubiales pudiera besar en la boca a Hermoso sin plantearse que pudiera pasar algo por hacerlo, sin plantearse cómo podía sentirse ella y cuál era su voluntad es sintomática de la falta de cultura del consentimiento. La efusividad y la emoción del momento de la que hablan algunos medios, el “bueno, no es para tanto” es en realidad no saber dónde está el límite porque, para algunos hombres, esos límites no existen. Y hacerlo delante de millones de personas en el epicentro mundial del deporte como lo era ayer el Accor Stadium es la visibilización de hasta qué punto esa cultura de la violación está inserta y se ejerce con ligereza, y con impunidad.
Irene Montero, ministra de Igualdad en funciones, publicó anoche en su cuenta de Twitter: “No demos por hecho que dar un beso sin consentimiento es algo “que pasa”. Es una forma de violencia sexual que sufrimos las mujeres de forma cotidiana y hasta ahora invisible, y que no podemos normalizar. Es tarea de toda la sociedad. El consentimiento en el centro. Solo sí es sí”. Ione Belarra, la ministra de Derechos Sociales, la reposteó: “Lo que todas pensamos, si hacen eso con toda España mirando, qué no harán en privado. La violencia sexual contra las mujeres tiene que terminar. Un abrazo a las CampeonAs!”.
La violencia sexual a la que se refieren las ministras es la que recoge la Ley de Libertad Sexual como “cualquier acto que atente contra la libertad sexual de otra persona sin su consentimiento”; y, “en todo caso”, “se consideran agresión sexual los actos de contenido sexual que se realicen empleando”, entre otras cuestiones, “abuso de una situación de superioridad”.
También la Ley del Deporte establece la obligatoriedad de que las federaciones y las ligas profesionales cuenten “con un protocolo de prevención y actuación” para situaciones como esta, que “deberá ponerse en conocimiento del organismo sancionador dependiente del Consejo Superior de Deportes cualquier actuación que pueda ser considerada discriminación, abuso o acoso sexual y/o acoso por razón de sexo o autoridad, para ser sancionada como falta grave”. Las consecuencias, de haber ocurrido en España, van desde una amonestación pública, hasta una multa de entre 600 y 3.000 euros o la inhabilitación para ocupar cargos en la entidad deportiva por un periodo comprendido entre un mes y dos años.
La española es la única selección hasta ahora campeona del mundo sub-17, sub-20 y absoluta, de forma simultánea. Han levantado esos trofeos en menos de un año, de agosto de 2022 a agosto de 2023. La victoria de anoche no fue solo deportiva sino también social, simbólica por su difusión, su retransmisión, su seguimiento y todo lo que ello implica para la igualdad en el deporte y los referentes para niños y niñas de todo el mundo. Pero ni siquiera así, ni siquiera anoche, con la Copa del Mundo en la mano, son solo campeonas del mundo, sino mujeres vistas por hombres desde una perspectiva patriarcal en la que ellos, sea hablando en masculino o dando un beso que nadie ha pedido, necesitan ejercer lo que ellos entienden que es su cuota de poder.